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La pesadilla llegó a su fin

La pesadilla llegó a su fin

Real Zaragoza 3: Doblas (2); Zapater (2), Ayala (2), Pavón (2), Paredes (2); Jorge López (3), Gabi (2), Ponzio (3), Ander (2); Arizmendi (3) y Ewerthon (3). También jugaron Generelo (2) por Ponzio (53’), Chus Herrero (2) por Ander (60’) y Caffa (2) por Zapater (70’).

Córdoba 1: Fernando (1); Ceballos (1), Gaspar (1), Aurelio (1), Javi Casas (1); Cristian Álvarez (1), Endika (1), Katxorro (1), Arteaga (1); Asen (1) y Natalio (1). También jugaron Guzmán (2) por Endika (56’), Carpintero (1) por Cristian Álvarez (56’) y Yordi (1) por Aurelio (72’).

Goles: 1-0, Ewerthon (26’); 2-0, Ponzio (40’); 3-0, Arizmendi (49’); 3-1, Guzmán (85’).

Árbitro: Hernández Hernández (C. Las Palmas). Expulsó por roja directa a Ewerthon (54’). Amonestó a Aurelio (48’) y Javi Casas (58’).

Estadio: La Romareda. Lleno absoluto con 34.500 espectadores.

 

Sería imposible escribir la crónica de este partido centrándonos sólo en este partido. Es una paradoja, pero una paradoja mucho más racional que cualquier otra. No se puede explicar lo que sucedió en La Romareda sin entender todo el sufrimiento por el que ha pasado el zaragocismo durante más de un año, concretamente 392 días de una pesadilla eterna y que parecía no tener fin. Pero todo lo que empieza, acaba, y el club, los jugadores, el cuerpo técnico, la directiva, la ciudad y la afición despertaron al unísono para decir adiós a la Segunda División.

 

La pesadilla comenzó en Mallorca, aunque se intuía mucho antes. La esperanza llegó con aquel gol de Ayala al Depor en el último minuto, pero se quedó en eso, en mera esperanza. Porque el Zaragoza se vio incapaz de ganar al Valencia, al Madrid y al Mallorca y descendió a los infiernos seis años después. Desterrado de la que es su casa por historia y grandeza, la crispación, la tristeza y las dudas se adueñaron de una ciudad de Primera. Llegó Marcelino y un sinfín de fichajes más, pero el Zaragoza estaba instalado en una especie de espiral del fracaso que le impedía tener la continuidad necesaria como para lograr el objetivo. Y fuera de casa seguía sin ganar.

 

Pero comenzó la segunda vuelta y, pese a la marcha de Oliveira, la cosa cambió. La necesidad llevó a la unión, Ponzio dio equilibrio y Ander puso la chispa. El equipo era otro y comenzó en Murcia una racha de 16 partidos sin perder, que le han llevado al récord de puntos en una sola vuelta en Segunda. Era necesario porque sus rivales tampoco levantaban el pie del acelerador, hasta que el Rayo y el Hércules no pudieron seguir el ritmo. La afición ya veía la luz al final del tunel y empezó a entonar el ‘volvermos a Primera, volveremos otra vez’. Incluso más de mil zaragocistas viajaron a Salamanca para despedirse de Segunda, pero el ascenso tuvo que esperar una semana más.

 

Las estradas se agotaron en menos de siete horas y La Romareda se vistió de gala. También se podría decir que fue teñida de blanco por más de 35.000 almas que estaban cansadas de dormir. Querían despertar ya y liberarse de tanto sufrimiento. Querían volver con los grandes y celebrarlo. Querían regresar a Primera porque como en casa no se está en ningún sitio.

 

Ayala avisó pronto con un remate de cabeza y Ewerthon voleó alto minutos después. El partido era un monólogo aragonés y encima el Albacete le regaló un colchón de emergencia al Zaragoza al adelantarse en el Rico Pérez. Lo dicho, un colchón de emergencia que no iba a ser necesario: Jorge López sacó a relucir todo su talento y le dio un pase al hueco a Ewerthon. La Flecha no perdonó y provocó el primer rugido de una afición que lleva un león en su escudo y en su corazón.

 

Ewerthon lograba de esa manera su gol número 28 esta temporada y dio caza a Nino en la lucha por el Pichichi. Más tarde pudo hacer el 29, pero el palo se interpuso en su camino. Lo mismo le sucedió a Pavón unas jugadas más tarde. No hace mucho tiempo, esta mala suerte habría puesto nerviosos a este equipo y a esta afición, pero el Zaragoza se sabía infinitamente superior. Una confianza en sí mismo que reflejó Ponzio en el segundo gol. El argentino robó su enésimo balón en el centro del campo, la pelota fue a parar a los pies de Ewerthon, que se la volvió a ceder a Ponzio para que éste le cruzara el balón a Fernando y pusiera el 2-0 en el marcador.

 

A partir de ese instante el fútbol dio paso a las celebraciones y a la fiesta en la grada. Con la afición botando y haciendo la ola, el partido bajó en intensidad. Tal vez fue por el agobiante calor. O porque el Córdoba se veía incapaz. O porque los jugadores del Zaragoza deseaban unirse a la fiesta. O puede que por una mezcla de las tres. El caso es que tras la reanudación aún se pudo festejar un gol más, seguramente el más bonito de una tarde histórica. Gabi y Zapater combinaron en la banda derecha y el capitán, desde la línea de fondo, cedió a Arizmendi, que esta vez sí que tuvo la fortuna de su lado. Un gol que hizo justicia con un delantero al que le cuesta sonreír, ya sea por el gran desgaste que realiza en cada partido o por su mala suerte de cara el gol.

 

La nota negativa la puso Ewerthon, que le dio un cabezazo a Cristian Álvarez y dejó a su equipo con diez. En el partido fue héroe y villano, pero sus 28 goles le absolvieron de su error al instante y fue ovacionado cuando se retiró al túnel de vestuarios. Las siguientes ovaciones fueron para Ponzio y Ander, pero la mayor de todas fue para Zapater, el capitán de esta nave. El canterano besó el escudo de Aragón de su brazalete y entre lágrimas abandonó el campo. Eran las lágrimas del sufrimiento, del alivio, de la emoción, del retorno… Las mismas lágrimas que vieron su nacimiento en los ojos de miles de zaragocistas. La pesadilla había terminado. El corazón blanquiazul ha vuelto. Un corazón blanquiazul de Primera.

 

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