Con todos mis respetos ¡Viva la vulgaridad!
El otro día en un programa de radio escuché a un tertuliano (por cierto, que poco me gusta la palabra contertulio) decir que lo que menos le gustaba de Pamplona eran las fiestas de San Fermín. Su argumento era tan sencillo como incomprensible para mis oídos. Comentaba que las fiestas habían perdido todo su valor tradicional para caer en la vulgaridad y que ahora la gente sólo se dedicaba a beber y a ensuciar la ciudad.
La gente que me conoce sabe que Pamplona no es santo de mi devoción. Me parece una ciudad fría, aburrida, con un clima horrible y que encima cuenta con el problema de la lucha callejera más conocida en las tierras del norte como kale borroka. Y sé de lo que hablo porque estuve cuatro años de mi vida estudiando allí.
Pero lo que sí he de reconocer que tienen las mejores fiestas de todas en las que he estado. El análisis de este señor me parece totalmente superficial. Y es que siempre es muy fácil tirar por el argumento del botellón, de las peleas, de la suciedad que se genera, del ruido y del mire usted que juventud. Pero es que en este caso además de fácil es incomprensible.
Nunca había vivido un ambiente así y que encerrara a personas de toda edad, raza, cultura, ideología y religión. Un ambiente sano en el que el único objetivo es disfrutar y pasárselo bien durante unos días. Sin lamentos, sin preocupaciones, sin el agobio del trabajo o del estudio, y sin prisas.
Posiblemente por ser joven defienda tan acérrimamente una fiesta así. Y es verdad que en algunas cuestiones habría que separar la tradición, del alcohol. No comprenderé nunca que una persona totalmente borracha se ponga a cinco metros de un toro porque peligra su vida y, lo más importante, la de los demás.
Pero quitando esta pequeña objeción recomiendo a todo el mundo que se acerque algún año a estas maravillosas fiestas. Además no importa no tener casa. La fiesta dura cada día hasta las nueve o las diez de la mañana y después uno puede ir a las piscinas municipales a dormir un poco, comer y ducharse. Y por las maletas tampoco hay que preocuparse porque en pleno centro hay numerosas taquillas para que cada uno guarde sus objetos personales.
En definitiva se trata de unas fiestas que reúnen en torno a un pañuelo rojo y un traje blanco a miles de personas de todos los continentes que tienen una cosa en común: las ganas de pasar unos días inolvidables en una ciudad aburrida que durante una semana al año se transforma en un lugar alegre, festivo y muy divertido, pero para nada en vulgar. Y si realmente es así, con todo mi respeto… ¡Viva la vulgaridad y San Fermín!
2 comentarios
socio -
Óscar -
Yo estuve en 2005 y me parecieron increíbles y, a falta de 2 meses para las de este año, lanzó ya la propuesta de ir este año a tufarrrrrrrrrrr.